La costumbre, tradición y las leyes del Incario, establecían que la sucesión del inca sucesor
debía ser ocupada por un descendiente directo estando en primera línea el hijo del actual
emperador con una Coya (miembro de la familia imperial). A falta del anterior debía ocupar
el trono el hijo del inca con una Palla (princesa real del Cuzco). A falta de los anteriores
herederos legítimos, podían reclamar los hijos del Inca procreados con Ñustas (princesas
extranjeras).
Huayna Cápac había nombrado como heredero con anterioridad a Ninán Cuyuchi (hijo de
la Coya Mama-Cussi-Rimay) más éste resultó enfermo de viruela y murió muy joven en la
ciudad de Quito. Entonces la falta del heredero legítimo directo habilitó la sucesión del hijo
del Inca con una Palla (princesa real del Cuzco) y dos fueron los pretendientes: Manco-Inga-
Yupanqui (hijo en la Palla Civi-Chimpo-Rontosca) quien murió por la misma enfermedad que
ocasiono la muerte de su padre sorpresivamente y su otro hijo, Huáscar, cuya madre la Palla
Rahuac-Ocllo había gobernado el Cuzco durante la ausencia de Huayna-Cápac. Atahualpa,
siendo hijo de Tocto Ocllo Coca y del Inca, se sintió con derecho también a reclamar el
trono de su padre.